Ayudando en la lucha de las mujeres tanzanas


A raíz de la publicación de marzo en este espacio, nuestra voluntaria Sonia Barrera investigó diferentes proyectos que contribuyesen a mejorar la calidad de la vida de las mujeres jóvenes en Tanzania, objetivo que también comparte nuestra iniciativa Maisha na Elimu. Tras varios artículos y documentos leídos, le llama la atención el plan del que nos habla en esta entrada, capitaneado por Manos Unidas.

En marzo de 2024, Manos Unidas, en colaboración con la delegación tanzana de Cáritas en Dar es-Salaam, puso en marcha un proyecto de gran impacto social destinado a mejorar la vida de mujeres jóvenes en situación de vulnerabilidad en Tanzania, concretamente en los barrios de Mburahati, ubicados en la capital económica del país.

Estas zonas urbanas están marcadas por la pobreza, el desempleo y la falta de acceso a servicios básicos. Muchas de las jóvenes que viven allí son madres solteras que quedaron embarazadas en la adolescencia, a menudo como resultado de matrimonios forzados, abuso sexual o abandono escolar. Sin el apoyo familiar o comunitario y en una sociedad donde los estigmas sociales hacia las madres solteras son muy fuertes, estas mujeres suelen quedar completamente al margen del sistema.

El proyecto se articuló en torno a varios componentes clave que abordan de forma integral las múltiples dimensiones de la exclusión social. En primer lugar, se ofrecieron cursos prácticos en costura, fabricación de jabón y otras habilidades manuales, orientados no sólo a la generación de ingresos, sino también a reforzar la autoestima y dignidad de las participantes, permitiéndoles emprender pequeños negocios o integrarse en cooperativas locales. A esto se sumó una innovadora formación en derechos humanos, salud reproductiva y empoderamiento femenino, con el fin de que las mujeres adquirieran no únicamente competencias técnicas, sino también herramientas para enfrentar situaciones de abuso, discriminación o violencia. El proyecto incorporó, además, apoyo psicológico y atención a jóvenes con problemas de adicción, atendiendo así las heridas invisibles del trauma, el abandono y la exclusión.

Como efecto indirecto, pero fundamental, las hijas e hijos de estas mujeres también se han visto beneficiados, accediendo a una vida más estable, con mejor alimentación, escolarización y entornos más seguros.

Los dos casos, el de Maisha na Elimu y el de Mburahati, aun con sus diferencias de enfoque y alcance, reflejan claramente cómo la cooperación internacional, cuando se plantea desde un enfoque integral y adaptado al contexto local, puede transformar realidades profundamente arraigadas. Este proyecto no se limita a una intervención asistencialista; es una apuesta por el empoderamiento estructural y sostenido de las mujeres. Abordando de forma directa la salud sexual y reproductiva desde la información, el asesoramiento y la desestigmatización, la iniciativa busca prevenir el abandono escolar y abrir caminos hacia trayectorias educativas más sólidas y autónomas. Porque detrás de muchas historias de fracaso escolar se esconden silencios impuestos, tabúes no resueltos y una falta de bienestar que este proyecto se propone romper.

Desde una perspectiva de desarrollo, se trata de un ejemplo exitoso de cómo organizaciones del Norte Global pueden trabajar con actores locales para diseñar soluciones eficaces, culturalmente sensibles y sostenibles. A través de la transferencia de recursos, conocimientos y metodologías participativas, se crean espacios donde las mujeres pueden recuperar su autonomía y reconstruir sus vidas.

Además, iniciativas como ésta abren la puerta a un diálogo intercultural en el que los derechos humanos y la equidad de género se convierten en lenguajes comunes, sin imponer modelos, sino construyendo a partir del protagonismo de las propias comunidades.

Este tipo de cooperación demuestra que no se trata sólo de «ayudar», sino de tejer redes de corresponsabilidad global frente a desafíos compartidos, como la pobreza, la desigualdad y la violencia estructural. La lucha de estas mujeres tanzanas, por tanto, no es exclusivamente local: es un símbolo de resistencia y esperanza para muchas otras en el mundo.

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